Medicina Moderna por Jonathan Harris

De Hacklab La Paz - r00thouse

Medicina Moderna por Jonathan Harris

Artículo Original: http://farmerandfarmer.org/medicine/printable.html

Traducción mayormente extraída de: http://www.natui.es/the-farmer-farmer/

Medicina Moderna

Ingenieros sociales

“Vivimos tiempos interesantes en la historia de la Humanidad, tiempos en los que un pequeño número de personas, -cuya cifra no supera la centena y en realidad se podría concretar en una docena-, vive en su mayoría en ciudades como San Francisco o Nueva York. Son, sobre todo, hombres comprendidos entre 22 y 35 años, cuyo trabajo está teniendo un enorme impacto sobre la vida del resto de personas.

Gracias al software que estas personas diseñan e introducen en el mundo, estos ingenieros están transformando la rutina diaria de cientos de millones de personas. En épocas anteriores, éste tipo de transformación masiva del comportamiento humano se ejercía a través de la guerra, las hambrunas o la religión. Pero ahora, este cambio acontece de forma más pausada y lo hace a través de la tecnología que utilizamos cada día, afectando a la forma en que ocupamos nuestro tiempo; a lo que hacemos, a lo que sentimos.

En este sentido, la tecnología puede ser considerada como un nuevo tipo de medicina, si bien la medicina tal y como la conocemos es posología que actúa sobre un cuerpo humano, mientras que la tecnología es un tipo diferente de medicina, que actúa más bien sobre el comportamiento de sociedades enteras.

Los profesionales encargados de crear este tipo de software se hacen llamar “ingenieros de software”, pero en realidad son más bien  ”ingenieros sociales”: sus diseños alteran los comportamientos de millones de personas, aunque muy pocos de ellos son conscientes del enorme alcance de su trabajo y algunos lleguen a pasar por alto las implicaciones éticas que este tipo de poder conlleva.

A pequeña escala, los efectos del software son benignos. Pero, en grandes compañías que cuentan con cientos de millones de usuarios, el diseño de algo tan aparentemente sin trascendencia como podría ser el ajuste por defecto de los usos de una aplicación, puede llegar a tener un efecto inmediato en los hábitos de comportamiento diarios de un gran porcentaje del planeta.

En Facebook por ejemplo se utiliza el término “Serotonina” para hacer referencia al proceso por el cual el cerebro activa la segregación de esta hormona, propia de momentos de intimidad. A la hora de revisar determinados trabajos, a los diseñadores de Facebook se les pregunta: “¿Cuál es la serotonina de este diseño?”, haciendo referencia a la pregunta: “¿De qué forma esta nueva aplicación segregará en los cerebros de nuestros usuarios la hormona necesaria para que quieran venir a por más?”

La tecnología, gracias a su capacidad de transformar los comportamientos de las personas, es como un tipo de droga, una nueva droga. Hay muchos tipos de drogas, desde la cafeína hasta el crack pasando por la equinácea, el tylenol, la viagra o la heroína. De la misma manera, también hay diferentes tipos de tecnologías, cada una de las cuales alimenta necesidades diferentes y desemboca en resultados distintos”.

Deseos y resultados

Toda tecnología es de alguna forma la proyección de un impulso humano preexistente: así como el martillo es una extensión de la mano, el lápiz la proyección de los pensamientos o el piano la extensión de la voz, toda tecnología amplifica algo que ya poseíamos de antemano.

Esta tecnología se convierte en viral cuando es capaz de amplificar un deseo que estaba dentro de nosotros pero se encontraba bloqueado. Cuando una tecnología es capaz de eliminar un bloqueo importante, la amplitud de su impacto puede ser explosiva.

Facebook ganó 500 millones de usuarios en menos de 5 años al identificar un bloqueo humano básico (nuestra necesidad de compartir y conectar) y ofrecer una solución para ello, -- de la misma manera que un cirujano logra restaurar el flujo de un paciente al extraer un coágulo en la sangre.

Cuando se trata de diseñar tecnología, debemos ser conscientes del tipo de deseo humano que estamos amplificando. Hay muchos tipos de deseos, y no todos son negativos. Además de la lujuria, la codicia, la envidia, la pereza, la gula, el orgullo y la ira, existe la necesidad de encontrar un sentido, la alegría, el asombro y la felicidad.

Existe la necesidad de explorar, mejorar, aprender, adquirir sabiduría, el deseo de enseñar. Existe la necesidad de sentirse amado, el deseo de pertenencia, la búsqueda de conexión, el afán de sentirse útil, cuidar y ayudar a los otros.

Cada impulso, cuando se amplifica, crea un tipo diferente de resultados y genera un tipo diferente de personas. Cuando millones de personas dan vida a un impulso extendido, el mundo se convierte en un lugar diferente.

Por eso, elige sabiamente tus deseos”.

La ética de la programación

Todos entendemos el potencial de las drogas y la medicina -tanto para sanar como para dañar-, por eso confiamos su regulación a instituciones como la FDA. (US Food and Drug Admistration). Si una determinada droga muestra ser más dañina que beneficiosa, las autoridades nos aconsejan no tomarla. Pero algunas veces, algunas drogas son tan adictivas que decidimos tomarlas igualmente, aunque nos hayan recomendado lo contrario. Esta es la razón que convierte a algunas drogas en modelos de negocio (ver: México), al convertir la adicción de las personas en el motor que les mueve a ir más allá de lo racional para tratar de conseguirlas, a costa de lo que sea.

Mucho del software que utilizamos actualmente es diseñado para ser adictivo. En Silicon Valley, la adicción de una herramienta se considera una baza para el producto. Las empresas tratan de diseñar sus productos para que sean virales y contagiosos, de manera que los usuarios siempre “regresen” para “obtener su dosis diaria”, lo cual suena un poco como tratar con drogas. Puede que esta actitud sea buena para el negocio pero, ¿acaso es bueno para las personas?

Como ciudadanos, hay algunas medidas que podríamos tomar: Podríamos hacer que el ciudadano comenzara a supervisar a las compañías de software creando una plataforma como la FDA, gestionada directamente por ellos.

Le llamaríamos algo así como ESA (Ethical Software Administration) y sería una agrupación encargada de monitorizar de forma neutral las acciones de grandes compañías con más de diez millones de usuarios. Cuando esas compañías introduzcan nuevos productos y herramientas, cuando cambien sus ajustes por defecto o modifiquen sus términos de servicio, la ESA echaría un vistazo a los cambios y haría las advertencias pertinentes que fueran necesarias.

Como las dinámicas del software son muy diferentes a las del mundo farmacéutico, las recomendaciones de la ESA deberían ser un reflejo de la cultura tecnológica.

La innovación tecnológica siempre avanza más deprisa que la legislación, tratando de ir al límite de lo permitido: regular la tecnología no es algo fácil de conseguir, por eso la ESA necesitaría diseñar un sistema de gestión diferente, quizás un foro on-line donde las personas puedan volcar determinadas preocupaciones y donde cada compañía reciba una determinada “puntuación ética” basada en sus acciones. Los usuarios podrían añadir sus objeciones y forzar a las compañías a regular sus políticas, recurriendo si fuera necesario al boicot de productos.

La EFF (Electronic Frontier Foundation) supervisaría todas estas actuaciones, echando un ojo a las compañías más transgresoras y proporcionando soporte legal a las violaciones que los usuarios consideren especialmente descaradas. Si una compañía violara repetidamente esos códigos éticos, podrían ser obligados a poner determinadas etiquetas en sus páginas webs, como ya hacen en la actualidad las marcas de tabaco que están obligadas a prevenir a las personas de los peligros que fumar tiene para la salud.

La ironía es que muchas compañías de software ya utilizan ese tipo de lenguaje para promover sus productos: “Atención: este juego puede resultar especialmente adictivo y podría distanciarte de tus amigos y familia”, es un frase que bien podría ilustrar la última campaña de Angry Birds o Farmville. (Alt1040 analiza en este post el porqué de esa adicción)*.

El problema de la publicidad

“En la web, algunas personas han aprendido a no valorar las cosas directamente. Hay un nuevo modelo de negocio que consiste en diseñar un producto (tecnológico), ofrecerlo gratuitamente, atraer a un enorme tráfico y entonces, cuando la empresa ya cuenta con una  gran cantidad de usuarios, convertir la atención y la información personal de los usuarios en la base de operaciones para las marcas y su publicidad.

Este es un negocio no exento de riesgos, no tanto en términos necesariamente económicos, sino sobre todo en términos humanos: una vez que el usuario se convierte en el producto, el producto ya no es tratado como individual sino como mercancía, y no precisamente una mercancía preciada, sino como un dato más entre miles de datos que sólo cobra sentido en el marco de observación general.

Este tipo de comportamiento puede resultar racional en términos económicos, pero a nivel humano puede llegar a resultar negativo. Y sin embargo, muchas empresas operan bajo esta premisa.

Los negocios, inventados en su origen para resolver problemas sociales – “mi pueblo necesita pan y yo puedo cocerlo, mi vecino necesita un establo y yo puedo construirlo, etc“- se han convertido en medios inconexos cuyo primer objetivo pasa por conseguir beneficios sin tener en cuenta cuáles son en realidad las necesidades de las personas, qué tipo de problemas sociales deberían tratar de resolver las empresas o qué consecuencias y acciones promoverá el uso de sus productos en el mundo.

La publicidad, -inventada en su origen como un acelerador de negocios ya existentes- ha pasado a ser un modelo de negocio por si mismo, convirtiendo a empresas enteras en departamentos de marketing, a productos en hoyos donde socavar la atención de las personas y a la personas en seres que viven pendientes de esos productos. Cuando la publicidad se convierte en el modelo de negocio, las compañías no pueden permitirse no crear tecnologías adictivas, porque su crecimiento depende en gran medida de las páginas vistas y la interacción que se produce a nivel de usuarios. Por eso, este tipo de compañías no pueden optimizarse para ofrecer sentido y belleza, sino adicción y volumen”.

Incluso cuando existen regulaciones, muchas veces las compañías las violan igualmente, prefiriendo pagar la multa consecuente antes que poner en peligro sus políticas de crecimiento. Muchas empresas pagan al EPA multas para desintoxicar ríos, o determinadas centrales pagan sus tasas de emisión de carbono para poder seguir escupiendo humo al ambiente: cuando los beneficios son grandes, ninguna restricción consigue modificar la actuación de estas compañías.

Con el software, las dinámicas son diferentes, porque el software depende de sus usuarios: cuando estos eligen dejar de utilizarlo, la compañía que lo produce deja de estar en el mercado. Si la política de una determinada compañía no nos convence, lo único que tenemos que hacer es dejar de utilizar su software. Hay otro acercamiento posible a esta cuestión, y pasa por concienciar a la comunidad de ingenieros de su responsabilidad como programadores:

Podríamos pedir a las instituciones educativas que añadan nuevas materias a sus programas de ingeniería. Las universidades que ofrecen este tipo de carreras crearían cursos y asignaturas destinados a explorar las consideraciones éticas relacionadas con la programación, sobre todo las relacionadas con el tráfico de páginas vistas, el beneficio de las empresas, la salud de las personas, el impacto social y todo aquello que tiene que ver con la ética del trabajo.

Desde una edad temprana, los estudiantes de ingeniería aprenderían a decir en voz alta lo que piensan. Hoy en día, muchos de ellos permanecen en silencio, dejando que este tipo de decisiones sean tomadas por otros, dedicándose simplemente a redactar el código tal y como se lo ordenan. Este tipo de reparto de la responsabilidad ética es el que hizo posible el Manhattan Project (el programa de investigación que llevó al desarrollo de la bomba atómica durante la II Guerra Mundial)**. Los científicos dijeron: “Oh, pero si sólo estábamos haciendo ciencia”. Los políticos dijeron: “Oh, pero si nosotros sólo estábamos haciendo uso de lo que los científicos hicieron” y las compañías involucradas dijeron: “Oh, pero si nosotros solo estábamos conectando oferta y demanda”.

Cuando las personas dejamos de ver la imagen completa, o cuando pensamos que no somos responsables de lo que tenemos frente a frente, los individuos nos convertimos fácilmente en cómplices de acciones dañinas. Podríamos pedir a nuestros ingenieros que firmaran un Juramento Hipocrático, de la misma forma que los estudiantes de medicina hacen antes de convertirse en doctores.

Los principios básicos de ese código podrían incluso emular a los de la medicina, e incluirían: Reconocer el poder que uno tiene para sanar o dañar vidas, y comprometerse a no hacer lo segundo. Analizar las lecciones aprendidas del pasado y compartirlas con aquellos que continuarán nuestro trabajo. Comprender que la ingeniería es un arte además de una ciencia y que muchas veces, una medida humana es más útil que una mera intervención tecnológica.

Admitir que algunas veces uno ignora las consecuencias que una elección puede tener, y que en esos casos deberá buscar el sabio consejo de sus colegas.

Comprender que los usuarios no son simplemente datos sino seres humanos con amigos, familia y relaciones, y que lo que afecta a un ser humano afecta a todas las personas que forman parte de su vida. Recordar que uno no es sólo un ingeniero, sino también un miembro de la sociedad, con obligaciones respecto a sus coetáneos.

Podríamos escribir un borrador para este nuevo código ético de los ingenieros, publicarlo on-line y permitir que profesionales de la tecnología lo firmen, añadiendo su nombre, su ciudad, su página personal, etc. Este directorio serviría para que la gente pudiera ver qué porcentaje de personas que trabajan en una determinada compañía han firmado este código. Además, proporcionaría a la comunidad de ingenieros una base ética común, que podría guiar la evolución del software.

Como ingenieros, deberíamos además hacernos una serie de preguntas: ¿Nos sentimos responsables del efecto que el software que diseñamos tiene en el comportamiento de las personas? ¿Reconocemos nuestra responsabilidad frente a nuestros conciudadanos para diseñar esas herramientas de forma decente, útil y ética?

¿Tratamos de hacer artimañas que seduzcan y confundan a las personas, o herramientas que enriquezcan y mejoren la vida de las personas? ¿Optimizamos nuestras webs para obtener un mayor número de páginas vistas y provecho, o para ganar en impacto social y generar belleza?

Un sólido punto de partida para el futuro

“Pero, ¿por qué es importante la forma en que las compañías de software se comportan? Al fin y al cabo, la gente es libre para decidir si quiere o no usar la tecnología. No hay coacción en este punto; en teoría, las personas son libres para decidir.

En realidad, hay varias razones por las cuales el tema de la tecnología es importante:

La primera tiene que ver con las redes: si mucha gente utiliza un determinado programa, es muy probable que uno lo acabe utilizando también. Como ciudadanos de una comunidad global, nos gusta manejar herramientas y plataformas que nos permiten conectar con los demás.

Como no todos somos ingenieros, al hacer uso de estos programas o aplicaciones confiamos en aquellos que son capaces de diseñarlas, de la misma forma que confiamos en los proveedores de alimentación o en los arquitectos que construyen buenos edificios para nosotros.

En segundo lugar, el software es la base sobre la que se cimienta el futuro. Los avances son todavía paulatinos,  pero irán creciendo con el paso del tiempo.

Vivimos un momento de transición, a medio camino entre dos realidades diferentes. La evolución darwinista a nivel individual está a punto de ser trascendida por otro tipo de evolución, que tiene lugar a nivel de especies. Internet no está ayudando a despertar y a ver aquello que realmente somos. Más allá de nuestras “celdas” individuales, de pronto estamos siendo capaces de ver todo el “enjambre” de individuos que componen el organismo humano.

Actuamos con independencia, pero nuestras elecciones y acciones (y posiblemente también nuestros pensamientos y sentimientos) tienen un impacto muy real en la amplitud de la formamos parte. A través de Internet, estamos generando todo un sistema nervioso capaz de transmitir pensamientos, ideas e información, reacciones psicológicas y empatía. Este último fenómeno es nuevo, y por el momento sólo nos hemos asomado a él de forma puntual en distintos momentos.

Por ejemplo, el día en que un grupo de jóvenes del movimiento Occupy Wall Street fueron rociados con spray de pimienta en UC Davis, a los pocos minutos millones de personas de todo el mundo habían visto ese video. Puede que muchos de ellos vieran el video y sintieran aquello como una especie de atropello moral, y también una profunda sensación de nausea física -en el sentido visceral de la pena y el disgusto-. Y esa parte es nueva.

Es como si todos esos millones de personas que visionaron el video compartieran una especie de aversión colectiva en respuesta a un estímulo externo que estaba afectando a personas de otra parte del mundo. Es como si a través del sistema nervioso de esos millones de personas estuviéramos temporalmente conectados con el sistema nervioso de la chica a la que rociaron con spray de pimienta, compartiendo su dolor. Quizás fue solo un reflejo, quizás sólo duró un instante, pero era un avance de lo que está por llegar. En breve, a través de Internet, seremos de alguna forma capaces de hacer realidad la idea budista que nos conecta con el sufrimiento de los demás.

Mientras Internet sea algo externo a nosotros, será suficiente con apagarlo. Pero dentro de no mucho tiempo, nuestra realidad se verá aumentada mediante componentes tecnológicos que nos ofrecerán acceso directo a la red. Ya existen precedentes en el cuerpo humano -marcapasos, prótesis- así que es sólo una cuestión de tiempo que la tecnología comience a formar cada vez más parte de nuestro cuerpo. Muy pronto integraremos en nuestra piel dispositivos para controlar los signos biométricos que estarán sincronizados con los historiales médicos digitales.

En la lucha contra el cáncer, insertaremos nanorobots que circularán a través de nuestra sangre para mantenerla limpia; integraremos microprocesadores en nuestros cerebros para facilitar el acceso directo a Internet a través del pensamiento y, llegados a ese punto, habremos alcanzado una especia de empatía universal -cuerpo con cuerpo, cerebro con cerebro, corazón con corazón-,  conectando en una especie empatía universal.

Todo esto puede sonar un poco descabellado y de ciencia-ficción, pero lo menciono aquí porque sugiere el estadio que sigue al software. Aunque al inicio todavía -sobre todo en lo que se refiere a apps y redes sociales-, de alguna manera en estos momentos estamos estableciendo las normas éticas y culturales que servirán de base para el desarrollo futuro de la tecnología, y esto afecta a la forma en que diseñadores y desarrolladores se comportan en los años precedentes: cuando las intervenciones tecnológicas formen parte de nuestro cuerpo, esta realidad será mucho más difícil de ignorar.

El software es el escenario para el futuro y ahora tenemos el tiempo y el espacio necesarios para construir una ética acertada, antes de que suban las apuestas.

Estas intervenciones tendrán lugar de forma sencilla: un día llegarán unos cuantos emprendedores que fundirán una compañía dedicada a producirlos. Su pequeño grupo de diseño tomará ciertas decisiones, -decisiones en torno a cosas como los ajustes por defecto-. Diseñarán un prototipo, lanzarán un producto al mercado, los “early-adopters” (los primeros en abrazar una nueva tendencia) se harán con él y poco después, la gente corriente también lo hará.

Y después, los cuerpos de millones de personas se verán aumentados por una serie de elecciones flipantes, hechas todas un martes por la tarde en una pequeña habitación soleada de Palo Alto. Entonces la tecnología sí que será una droga.

Esperemos que para entonces, esos diseñadores tengan clara la ética”.


La traducción de las siguientes secciones no ha sido extraída de http://www.natui.es/the-farmer-farmer/


Hombres de Medicina

Algunas compañías no querrán llevar esta carga ética, así que ignorarán este tipo de preguntas. Podrías ver este tipo de evasión del deber en otros dominios. Las compañías de cigarrillos saben que sus productos causan cáncer, pero los venden de todas formas. Las compañías de comida rápida saben que sus productos causan obesidad y diabetes, pero los sirven de todas maneras. Cuando algo es muy bueno para el negocio a menudo la ética toma un rol secundario.

Pero habrán otras compañías que aceptan esta carga ética y escogen usar sus poderes sabiamente. Podemos llamar a esas compañías “compañías de hombres de medicina” — que se comportan como curanderos para las especies.

Una compañía de hombres de medicina observaría a una comunidad, sociedad o incluso en una civilización entera y trataría de entender sus dolencias. Luego, crearía intervenciones tecnológicas para contrarrestar esas dolencias. Así se usaría el software como un tipo de medicina, viajando por el mundo y alterando sutilmente el comportamiento de las personas. Una compañía de hombres de curanderos se convertirá en una nueva clase de proveedor de atención médica, ayudando a las personas a curarse.

En el diseño de estas intervenciones para tratar problemas particulares, usted debe entender que no se puede simplemente “arreglar” un problema. Al agregar un nuevo elemento a un sistema, se incrementa la complejidad de ese sistema, lo que puede tener el efecto de arreglar el problema que vio, pero que también inevitablemente introducirá nuevos y diferentes problemas. Así es como las intervenciones funcionan. Tratan un problema, y al hacerlo, crean nuevos problemas y el mundo se vuelve mas complejo. Entonces si usted interviene, hágalo con humildad, sabiendo que las acciones bien intencionadas crearán problemas impredecibles por si mismos.

Entonces ¿por qué actuar? ¿por qué añadir complejidad? Si cualquier intervención creará bien y mal, entonces ¿por qué intervenir después de todo? ¿Por qué no simplemente quedarse sentado y observar?

Deberíamos actuar por que el mundo se está volviendo loco, e intervenciones bellas son necesarias.

Tiempos Locos

Con los terroristas derribando aviones, terremotos derribando ciudades, y revoluciones derribando gobiernos, que pasará después lo adivinará cualquiera. La mitad del mundo sufre hambruna, la otra mitad no puede dejar de comer, y los líquidos que necesitamos como el agua y el combustible se están volviendo más difíciles de encontrar. Hay muchos perdiendo sus trabajos y hogares y su fe y en toda la idea del dinero y mercados, y el culto del dolar se está haciendo más sospechoso. Científicos en Suiza están tratando de replicar el Big Bang en un túnel, otros están clonando vida y haciendo ingeniería genética, los profetas del día del juicio están pregonando el Apocalipsis, místicos de la nueva era esperan un levantamiento universal, hay rumores acerca de la tecnología inminente para convertir el aire en energía, y el calendario maya está a punto de terminar, así como nuestro planeta pasa por el centro de la galaxia por primera vez en 12,000 años, que podría hacer que el polo sur y norte cambien de lugares, desacoplando la corteza de la tierra de su núcleo. Políticos, economistas y magnates corporativos están tratando desesperadamente de de apoyar una cosmovisión que esta rota y colapsa rápidamente, diciendo a la gente que todo está bien y que las cosas volverán a la normalidad. Pero la normalidad ya no se aplica.

Pero a pesar de todo esto, nos levantamos en la mañana, tomamos una taza de té o café, comemos cereal en plato, y vivimos otro día mas. Tenemos citas, cocinamos la cena, nos hacemos cortar el pelo, compramos calcetines nuevos, y pensamos en que hacer durante el verano, o que darle a mamá en su cumpleaños. No importa lo dramático que se pongan las cosas de fondo, seguimos con nuestra vida diaria, que no se siente para nada épica.

Es este rango de experiencia — desde los científicos tratando de jugar a ser Dios, a los líderes tratando de jugar a ser sabios, a los niños tratando de jugar en casa — lo que define que de lo que se trata vivir ahora: Ser fluido en la loca complejidad de nuestra realidad global interconectada, y seguir llegando a casa en la noche y ser un buen papá.

Todo se trata de cambiar la perspectiva entre estas dos escalas y seguir manteniendo nuestra humanidad común. Por que en toda esta locura, nuestra humanidad común es lo que estamos empezando a ver finalmente.

Una profecía autocumplida

Lo que termine pasando en el mundo — a escala muy grande — tiene mucho que ver con lo que la gente cree que pasará.

Por los efectos de red, si la cantidad suficiente de personas empieza a creer en un resultado particular, sus subconscientes empezarán a moldear sus acciones, y algo como ese resultado terminará emergiendo. Por eso es tan importante poner cuatro hermosas (y creíbles) visiones de como el mundo puede llegar a ser. Por el contrario, es por eso que el temor, el cinismo y la desesperanza son tan peligrosamente tóxicos. El futuro es una profecía autocumplida.

En este momento, las visiones negativas parecen estar ganando. Todas están bien financiadas y son rentables, y las ves cada que abres un periódico, enciendes las noticias, o visitas ciertos sitios web. Ellos te saludan con sensacionalismo y proclamaciones de expertos en derecha e izquierda de que tán horrible es la gente, y como es el futuro de desolador, y como deberíamos estar de asustados. Esto es veneno — mantiene a la gente débil, temerosa, y adicta. Esos mensajes son poderosos, pero son también mentiras y no necesitamos creerles.

El futuro es nuestro para imaginar. Depende de nosotros poner las cuatro visiones de como las cosas pueden ser. Mientras más hermosas y creíbles nuestras visiones puedan ser, mejor la posibilidad de que sean exitosas. El veneno es fuerte y corrompe, por que puede hacer a las compañías y a la gente que las dirige increíblemente ricas. Pero también es importante no añadir experiencias adictivas en el mundo. Como ingenieros de software, tenemos que darnos cuenta que somos realmente ingenieros sociales, y que el software que diseñamos, si tiene éxito, tendrá un impacto profundo en el comportamiento humano a nivel de especies.

Intenta hacer buena medicina.